lunes, 17 de agosto de 2009

Química cerebral


Algunos dicen que el Pro-zac es la medida de todas las cosas; que es un ente sempiterno que está, constantemente, rodeándonos la cabeza. Es en la última neurona presináptica, en la esquina más ofensiva de la mente de Eli Lilly, donde esta dilección se vuelve aquiescente. Terráquea. Equidistante.

Aún cuando, gobernada por el ruido insomne del televisor, Eli Lilly memorice planes de escape mutilados y restos de periódico por diversión, sus ideas de albedrío parecen estar en otra parte. La libertad es un noúmeno resquebrajado, producto de su imaginación. El batir frenético de sus alas y la rejilla entreabierta, olvidada con descuido por su captor, casi siempre dicen lo contrario.

Sobre la mesa del té, a dos decibeles de felicidad, hay una píldora de salida. 20 mg después, inmersa su instancia metafísica, tal vez la vida sea otra cosa. Eli Lilly entra de nuevo a la jaula y mira el televisor. Es el caso más triste de Síndrome de Estocolmo.

ProzacProzac/acrylic and ink on paper/2006
Beth Page.