Yo ya sabía bastante bien de qué iba todo el asunto: mandaba mensajes y otros documentos algo más oficiales haciéndolos entrar por la ranura frontal. Entraban y salían con un tono maquinal y la operación se repetía un sinnúmero de veces hasta que se le agotaban de las manos y corría a coger otro tanto al escritorio del jefe. Yo sabía de qué iba el asunto, pero no sabía el cómo.
La primera vez que vi funcionar un fax, pensé que la teletransportación era posible. Me imaginaba la reducción automática de la mensajería entrando por la ranura frontal, encuadrándose por el cable conectado a la extensión en la pared. Las letras entintadas, revueltas en frenesí, viajando a una velocidad exhorbitante, y las hojas y la mensajería regresando desde donde fuera una vez su destino, hacia las manos de mi madre.
No sé si fue por ese, o por algún otro pesamiento parecido, que terminé en Electrónica. No diseñando aparatos de fax, ni de mensajería. Nada por el estilo. Pero sí buscando, al menos de cuando en cuando, algo de aquella magia.
* * *
1 comentario:
A veces la magia no está en las cosas que suceden sino en la forma y los ojos con los que las miramos.
Y en que las vueltas de la vida te hayan acercado de alguna forma a aquella magia de entonces.
:-)
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